Decir adiós nunca es fácil, y es la consecuencia a una ruptura espacio temporal. No atreverse a pronunciar esa palabra deja abierta una grieta que quizás no cicatrice nunca.
Después del ruido es justo ese momento que se hace presente entre el adiós y esa primera bocanada de aire. Es ese adiós que nunca se verbalizó y que ahora, y justo ahora se manifiesta. Hay que despojarse de lo que nos hace daño, cerrar puertas de un portazo, deshacernos del rencor, del odio, la rabia. Hay que volver aprender a caminar, volver al sur.