En una coral dedicada a las zarzuelas, el encargado del control de los ensayos, Inocente Pérez, pone orden entre los y las indisciplinadas miembros del coro, que no reciben ninguna remuneración por su trabajo o afición. Pérez llega muy enfadado, recriminando a los coristas por la mala calidad de los ensayos para el siguiente concierto, que debería representarse el siguiente fin de semana.
Aunque el repertorio esté ya marcado, el instinto de divo de los miembros de coro hace que el ensayo sea una constante improvisación en la que las y los coralistas insisten en interpretar papeles que incluso por edad o género no les corresponden.