El General Serrano y el Diputado Orúe discuten en Amorebieta las condiciones de la paz. En un ambiente de cordialidad diplomática; un poco más abajo en esa pirámide social, al otro lado de la puerta, sendos oficiales de ambos bandos (carlista y liberal) vigilan la seguridad de los conferenciantes mientras airean su mutuo odio y desprecio. Más abajo en la escala social, a pocas leguas de Amorebieta, en un campamento carlista del alto de Morga, un soldado liberal que ha sido sorprendido haciendo pillaje, va a ser fusilado, cuando la ejecución se detiene hasta saber el resultado de la conferencia de paz.
En ese mismo momento, a nueve leguas, en el cementerio de Oñate dos campesinos lloran ante la tumba del hijo de uno de ellos, un bebé al que alcanzó una bala perdida en una escaramuza entre carlistas y liberales. Nadie sabe de dónde salió la bala.
Las tres escenas se intercalan y entrelazan a lo largo del relato. Cuanto más arriba en la escala, mayor el grado de responsabilidad en la barbarie. Cuanto más abajo, mayor el sufrimiento que ésta provoca. Mayor el dolor y el resentimiento.