Ainara LeGardon: «La experimentación sonora es el laboratorio ideal para investigar en música»

  • Ainara LeGardon: «La experimentación sonora es el laboratorio ideal para investigar en música»
    (Foto: Rafa Rodrigo)

La práctica musical de Ainara LeGardon transita entre el rock independiente y la experimentación. De espíritu inquieto, le interesa la investigación sonora y ha hecho del laboratorio su medio natural. Como experta en propiedad intelectual y autogestión, además, combina esta práctica con la asesoría a través de diferentes sesiones y talleres, transmitiendo los conocimientos atesorados en tres décadas de trayectoria. Hoy nos acerca sus experiencias y nos regala interesantes reflexiones sobre la industria musical.


¿Cómo fue tu acercamiento al mundo de la música, cómo llegaste profesionalmente a ella?

Un viejo amigo recuerda que a los 14 años, saliendo de clase y esperando en un semáforo en rojo, le dije “yo voy a ser músico”. Lo debí decir así, en masculino, porque por aquel entonces ni me imaginaba que se pudiera expresar en femenino. Yo no me acuerdo de aquella declaración de intenciones tan importante, pero él sí, ya que, como me confesó años más tarde, sintió algo de envidia, puesto que él no sabía “ni lo que quería hacer al día siguiente”, y yo parecía tener claro mi camino. Para bien y para mal, añado yo, puesto que esa determinación me ha obligado a tener que ir tomando decisiones vitales a contracorriente en la mayoría de ocasiones.

Por ejemplo, mis estudios han estado vinculados siempre a la rama de ciencias y de mí se esperaba que acabara siendo investigadora en un laboratorio. Justamente, y de forma poética, la vida me ha llevado a hacer precisamente eso, pero en la música.


La experimentación sonora y la improvisación inundan tu trayectoria musical. ¿Qué te interesa de este tipo de prácticas?

Comencé a practicar la improvisación libre más o menos hace unos 15 años, cuando sentí que los patrones que imperan en las músicas convencionales (incluyendo, por supuesto, el pop y el rock) estaban empezando a aburrirme. De alguna forma constreñían y frenaban mi manera de hacer y entender la música, y, por tanto, de vivir y entender la vida. Una vez detectas los convencionalismos, ya no puedes no romperlos.

En la experimentación sonora encontré el laboratorio perfecto para poder investigar y desarrollar muchas cosas. Fue como el departamento de “I+D” del rock. También encontré gente con gustos afines, junto a quienes he podido crecer como artista y como persona.

 

[Ainara LeGardon, interpretando uno de sus trabajos, "Meridiano Cero". Imagen: Rafa Rodrigo].


Se acaban de cumplir 30 años desde tu primera actuación pública. ¿Cómo es esa mirada atrás? ¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje en este tiempo?

Me da pena decirlo, pero el mayor aprendizaje durante los años 90 fue precisamente cómo no se deben hacer las cosas. Me di cuenta de que, cuanto más crecía mi pasión por la música, más alejada me sentía de la industria musical.

Es así como decidí emprender en 2003 un camino propio, al margen de la industria. El aprendizaje nunca cesa, pero ahora lo vivo desde el respeto a mí misma y a mis valores. Las líneas rojas están definidas, y ya no existe ni el miedo ni la vergüenza a decir “no”.


En este sentido, en varias ocasiones has afirmado que la libertad que te ha otorgado la autogestión te ha permitido desarrollar tu obra tal y como es. ¿Qué aspectos son imprescindibles para iniciarse en esta forma de trabajo?

Sí, así es. De haber estado vinculada a una discográfica al uso, ninguno de mis últimos discos hubiera podido imaginarse. Desde la autogestión me puedo permitir hacer las cosas como yo entiendo que debo hacerlas en cada momento, tanto en lo referente a contenidos como a formatos, sin pensar en tendencias prefabricadas.

Creo que algunos rasgos de la personalidad que son básicos para poder llevar a cabo la autogestión son la constancia y la paciencia. Pueden venir de serie, pero también se pueden aprender y desarrollar, así que nadie tiene excusa. También es importante organizarse bien y no esperar resultados inmediatos, sino pensar en un recorrido de fondo; concentrarse en pequeñas metas fácilmente alcanzables a corto plazo, y evitar así la frustración por no poder alcanzar grandes objetivos en poco tiempo.

Pero, sobre todo, lo que más importante me parece es comenzar tomando una decisión consciente: que la autogestión provenga de una profunda reflexión y del convencimiento de que es el camino que queremos tomar.

 

[Imagen de una sesión formativa. Imagen: Rafa Rodrigo].



Combinas tu trayectoria musical con la docencia, ofreciendo formación, precisamente, sobre autogestión o cuestiones legales como la propiedad intelectual. ¿Existe un perfil de público concreto que se acerque a este tipo de talleres? ¿Cuáles son las dudas habituales que suelen tener las personas que asisten?

El perfil es bastante variado, porque no imparto formaciones solo en el ámbito musical, sino también audiovisual, escénico e incluso vinculadas con las artes plásticas. Una característica común entre las personas que me solicitan una sesión de asesoría o que asisten a mis talleres, es que tienen ganas de hacer las cosas bien y de tomar el control de su trayectoria artística. Normalmente ya han sufrido alguna mala experiencia, habiendo firmado contratos sin entender del todo sus consecuencias, o habiendo tomado decisiones basadas en la desinformación. Necesitan conocimientos básicos sobre qué tipos de derechos tienen y cómo poder gestionarlos. Les interesa conocer los mecanismos para proteger sus obras y también para saber cómo tienen que actuar si quieren utilizar las obras de terceras personas.

Noto desde hace tiempo una mayor toma de conciencia y empoderamiento por parte de las personas creadoras, lo cual me alegra mucho.

Otra de las cosas que me alegra es que un gran porcentaje de las consultas que me llegan provienen de mujeres, y eso significa que hay ciertas inercias que están cambiando. Quizás se sientan más cómodas conmigo, hablando y planteándome sus problemas profesionales, puesto que saben que yo he pasado por esas experiencias y puedo servir como referente en algunos casos.


De hecho, en el año 2020 publicaste un estudio sobre la presencia y visibilidad de las mujeres en la creación musical de la CAE. ¿Qué fotografía te encontraste al realizar este informe? ¿Cuáles fueron tus conclusiones y propuestas?

Imposible resumirlas en un par de párrafos, así que animo a que la gente eche un vistazo a aquel informe, disponible aquí, y a escuchar uno de mis podcasts al respecto.

Los temas que emergieron de forma reiterada en casi todas las entrevistas que realicé fueron la falta de referentes (aunque las más jóvenes ya mostraban que sí han contado con figuras referentes de mujeres), la relevancia de contar con una figura familiar o educativa que aporte confianza, la importancia del lenguaje y los imaginarios que se apuntalan utilizando el masculino para profesiones que se pueden nombrar en femenino (¿técnico o técnica de sonido?, ¿músico o música?), la imagen de una artista y cómo operan las lógicas de mercado de la industria, cómo afectan los roles de género a la hora de elegir instrumento o ámbito profesional, etc. Los momentos de la vida en los que las mujeres tiran la toalla o renuncian a la profesionalización son claramente el salto a la esfera pública (del local de ensayo o del aula de música al escenario), siendo el segundo “cuello de botella” la maternidad.

En el informe se recogen ejemplos y experiencias inspiradoras que inciden en la necesidad de dar no solo visibilidad, sino reconocimiento al trabajo creativo realizado por mujeres, así como la importancia de la horizontalidad (interacción, colectivos, redes y apoyo grupal), formación y capacitación. Se llegó a la conclusión de que sería muy beneficioso contar con códigos de buenas prácticas que incluyan perspectiva de género.

 



En breve se cumplen dos años de las primeras restricciones con motivo de la crisis de la COVID-19. ¿Cómo has vivido esta situación como música? ¿Cómo ves al sector?

Personalmente estuve unos ocho meses sin poder coger la guitarra, completamente bloqueada. No entendía cómo se podía estar produciendo tal torrente de compartición de contenidos en internet sin ningún tipo de filtro ni reflexión. Yo opté por mantenerme en silencio y esperar a sentir la necesidad de volver a tocar y crear, una vez pasada la ansiedad inicial debido a la incertidumbre profesional y vital.

En septiembre de 2020 gané uno de los premios artísticos “Connexio” por mi intervención sonora y performática “Conexión, modulación”, que se llevó a cabo en una aldea de Lugo. Ese momento supuso para mí poder retomar la música con todas mis ganas. Sin embargo, la sensación de incertidumbre es algo que vino para quedarse, y ya van dos años haciéndonos mella.

Cuando se acerca un concierto en la agenda, opto por llevar una vida casi monacal para no contraer la enfermedad y sufrir otra cancelación. Antes, prácticamente todas las semanas estaba viajando para impartir un taller, tocar o grabar. Ahora limito mis movimientos y contactos todo lo posible, y eso ha supuesto un cambio radical en mi vida.

Respecto al sector, veo que esa incertidumbre también ha hecho mella en las estructuras que nos sostenían. La gente no compra entradas hasta el último momento, por si en su entorno se produce algún contagio y al final no puede asistir. También creo que por miedo. Y lo peor es que ese miedo se convierte poco a poco en una especie de pereza. Comentaba hace poco con compañeros de profesión que los hábitos del público han cambiado mucho. Me da la impresión de que la franja de entre 40 y 50 años prefiere socializar haciendo deporte u otras actividades con sus hijos/as, y han dejado de hacer el esfuerzo de ir a un teatro o sala de conciertos. Prefieren quedarse viendo una serie tranquilamente en casa. Siempre hay excepciones, pero en general es una tendencia que estoy observando.

Me parece que son inercias de lo vivido en el confinamiento, que se suman a un cambio de hábitos que se inclina hacia la búsqueda de la comodidad, en todos los sentidos. A la industria discográfica este cambio le viene fenomenal, solo hay que ver las cifras del aumento de consumo de música en streaming y las ganancias de los grandes sellos.

Sin embargo, los conciertos minoritarios o las manifestaciones artísticas fuera de lo convencional, van a ser cada vez más minoritarios. Espero que no llegue el momento en que no haya ni instituciones ni público que los apoye y los haga viables, puesto que constituyen experiencias únicas que no se pueden sustituir por otros formatos.

 

[Portadas de algunos de los discos de Ainara LeGardon].


¿En qué estás trabajando en estos momentos? ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Mi próximo trabajo lleva por título “Ignora”, y se trata de una publicación híbrida junto al músico y artista sonoro Ignacio Córdoba, que reside en Copenhague. El formato es bastante inusual y aúna música, un documental audiovisual (ambos en digital) y un libro de artista en una edición limitada de 250 copias físicas, que contendrán un código para acceder a la música, vídeos y textos extras.

El contenido sonoro no estará disponible en plataformas de streaming, sino únicamente en una web creada ex profeso para este proyecto, además de en Bandcamp, donde pondremos a disposición solo algunas piezas.

“Ignora” fue creado gracias a una “Residencia para el desarrollo de proyecto artístico en colaboración” ofrecida por Tabakalera en 2019, y su publicación se realiza gracias a una ayuda a las artes plásticas y visuales del Gobierno Vasco.

 

(Especial publicado el 8 de febrero de 2022).