Y junto a ese artilugio vemos a Greta, una mujer mayor y entrañable, dando vueltas y más vueltas alrededor de la pequeña biblioteca formada por libros y cuentos. Debido a su delicado estado de salud, Greta necesita el cuidado de la joven Pina, su ayudante. Cuando Pina ausculta diariamente el corazón de Greta, la gran máquina se activa y empieza a funcionar al ritmo de sus latidos. Esa extraña conexión entre el artilugio y el frágil corazón de Greta nos hace pensar que el dispositivo mecánico es una expresión mágica de lo que ocurre dentro. Y lo que pasa con la vieja Greta es que siempre está a punto de desbordarse... Como una niña pequeña, es inesperada, extraña, caprichosa, llena de fantasía, vulnerable... Como a don Quijote, a él ya le falla el erezentzua. ¿Será también por la lectura compulsiva de libros y cuentos? Para Greta, es el gran juguete con el que representa la fantasía de los libros maquineros, y utiliza a Pina para enredar entre sus historias y personajes... La máquina crea contextos, escenarios y personajes de fantasía, según el gusto de Greta... Bailes en el palacio del príncipe azul, un ballenero buscando la gran ballena blanca, un Quijote enfrentándose a gigantes imaginarios, los castillos de Frankenstein o los fantasmas de Canterville, las maravillosas lámparas de las Mil y una noches, los lobos que persiguen a los Caperucitos o los viajes fantásticos por el mundo. Todos ellos son escenarios para divertirse y jugar. Porque para la vieja Greta abrir un libro es ver la vida, aunque sea de otra manera. De una manera que le da placer.

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