La compañía guipuzcoana Ados Teatroa estrena 52 hercios, una obra que aborda el tema de la soledad no deseada, "un problema de primer orden, estructural y transversal". Hemos hablado con el director de producción José Antonio Vitoria entre otras cuestiones del proceso de creación del espectáculo, de la línea de trabajo Derechos Humanos a Escena y del arte como instrumento de sensibilización y reflexión.
La nueva obra de teatro 52 hercios aborda el tema de la soledad no deseada. ¿Por qué habéis elegido ese tema? ¿Cómo es posible que en esta sociedad hiperconectada como la actual, esta lacra silenciosa afecte a tanta gente?
No es fácil responder porque es una pregunta con muchas otras preguntas dentro y muchos factores que influyen: la crisis del modelo de familia tradicional y el auge del individualismo, el incremento de la esperanza de vida, la despoblación rural, la vida en centros urbanos que ofrecen más oportunidades pero que llevan al desarraigo, los movimientos migratorios o la relación ambivalente de muchas personas con las tecnologías digitales, que acercan y a la vez aíslan a la gente... Todos ellos son rasgos de nuestro tiempo que han convertido la soledad en una pandemia que afecta a una de cada cinco personas (una de cada cuatro entre los jóvenes, el grupo más afectado). Y precisamente por todo ello hemos querido acercarnos a este problema creciente, abordándolo desde la creación cultural.
Habéis creado 52 hercios de manera estricta sobre la base de testimonios reales, pero es más que una simple labor testimonial. ¿Qué tipo de espectáculo es?
Es importante señalar que es una dramaturgia construida "a partir de" testimonios reales que hemos ido recogiendo en forma de microdocumentales. La obra está inspirada en ellos pero, aunque se apoya en esas experiencias reales, no es directamente testimonial ni refleja casos concretos.
No es una función de sketches o historias sueltas, sino que hay una elaboración dramática que hace que esas historias se vayan entrelazando en una especie de "Vidas cruzadas", en las que unas influyen en otras, contribuyendo a dibujar el arco dramático del resto. Estos cruces (este tejido de historias), además de establecer el estilo, el ritmo y el tono de la función, sirven para impulsar los giros de guion y el suspense alrededor de un tema, el de las distintas soledades, que en definitiva es el protagonista de 52 hercios.
¿A qué se refiere el título? ¿Y qué lugar ocupa esa metáfora en la obra?
El título hace referencia a la frecuencia de un extraño sonido registrado en los últimos treinta y cinco años en distintos lugares del Pacífico, similar al canto de una ballena azul. Pero las ballenas azules se comunican en frecuencias que van de los 10 a los 39 hercios, por lo que la voz de esta extraña "ballena solitaria", vibrando a 52 hercios, queda fuera del umbral auditivo de la especie. Ninguna otra ballena ha podido jamás escuchar su llamada.
Se supone que la "Ballena de los 52 hercios" o "Whalien 52" puede ser sorda de nacimiento, y que por eso nunca aprendió a emitir su canto en la frecuencia correcta. La imagen de esa "ballena solitaria", convertida en un símbolo del aislamiento social, nos sirve para hilvanar una mirada poliédrica sobre personas que están sufriendo o han padecido momentos de soledad no deseada. Y el eco de ese sonido traspasa el texto y la puesta en escena.
¿Quién compone el equipo de la obra 52 hercios?
Aunque durante el proceso creativo contamos con personas en situación de soledad tanto en el equipo técnico como en el artístico, la función tiene un reparto totalmente profesional, con Joseba Apaolaza, Ainhoa Aierbe y Dorleta Urretabizkaia (que se alternan en su papel), Martxelo Rubio, Amaia Irazabal y Aitzol Iraola. Es un elenco polivalente en el que cada uno de ellos interpreta varios papeles para configurar la multiplicidad de personajes que hay en la obra.
La base del equipo técnico-artístico es el habitual en nuestras producciones, con Garbi Losada en la autoría y dirección de escena, Xabi Lozano (iluminación), Javier Asín (música original), Tytti Thusberg (vestuario) o Iñigo Losada (espacio escénico), entre otros profesionales. Este equipo estable nos permite que haya un hilo de identidad que atraviesa los diferentes proyectos que abordamos.
¿A quién va dirigida especialmente? ¿Con qué os gustaría que el público se quedara al finalizar la función?
En general, está dirigida a un público amplio, a partir de 12-14 años. Es una historia accesible, cuyo tono hemos querido que no transite sólo por el drama, sino que haya espacios para la risa y la sonrisa, facilitando que pueda verla cualquiera, porque nuestra intención es generar reflexión y conversación sobre tema. Nos parecen especialmente valiosas las reflexiones que pueda generar la obra en los espectadores y por ello trataremos de recogerlas tras cada una de las representaciones.
Nos gustaría que la función ayudara a cambiar la sensibilidad del público hacia la experiencia de soledad, que es ya un problema de primer orden, estructural y transversal, ya que se produce tanto en entornos rurales como urbanos, en mayores y jóvenes, con un altísimo coste social en salud y calidad de vida.
Nuestra sociedad percibe la soledad como algo negativo y la persona que se siente sola suele sufrir cierto estigma, como alguien con pocas habilidades sociales y que ha fallado en la vida. Pero la soledad no es una enfermedad ni algo vergonzante. Tampoco un problema exclusivo de ciertas personas o de cierta edad, sino una experiencia común que puede afectar a cualquiera en diferentes etapas de la vida, por la pérdida de un ser querido, la salida del mercado laboral, la ruptura de una relación...
¿Puede, pues, el arte -en todas sus formas de expresión- contribuir a aliviar el sufrimiento emocional causado por la soledad?
El arte no arregla el mundo, no soluciona problemas directamente, pero sí puede ser un instrumento de sensibilización y reflexión sobre, en este caso, la soledad no deseada. Puede hacerlo tanto con los espectadores como con las personas en situación de soledad a los que hemos hecho partícipes de distintos momentos del proceso de creación.
En especial, reivindicamos el potencial integrador de cualquier actividad artística y creativa, y su importancia para el bienestar en todas las personas y todas las fases de la vida, promoviendo procesos de empoderamiento y enriquecimiento personales. El arte no arregla el mundo, pero ayuda a una toma de posición y a hacer un poco más felices a las personas.
52 hercios ha sido creada dentro de la línea de trabajo Derechos Humanos a Escena. ¿Qué es exactamente esta línea de trabajo? ¿Qué objetivos persigue? ¿Cuál suele ser la metodología de trabajo?
Con Derechos Humanos a Escena fuimos "inventando" poco a poco una metodología propia, basada en el trabajo directo y en pie de igualdad con colectivos en riesgo de exclusión, la apertura del proceso a la ciudadanía y su presentación en público de un modo tan profesional y riguroso como el resto de nuestras producciones. Esa es la forma que hemos encontrado para que este tipo de producciones puedan llegar a un público amplio. Mejor cuanto más amplio. Y por ello hacemos partícipes del proceso de creación a espectadores y participantes, aprovechando su impulso creativo e incorporando sus aportaciones para mejorarlo.
La creación cultural, en cualquiera de sus manifestaciones, es una forma de expresión, pero también una forma de conocimiento. Nos ofrece herramientas y estrategias para analizar problemas y conflictos. Y también una forma de transformar, concienciando, difundiendo y creando debate.
Desde que la pusisteis en marcha, han sido muchos los temas que habéis abordado dentro de la línea de trabajo Derechos Humanos a Escena: el derecho al trabajo, la interacción entre generaciones, la salud mental, el derecho de cualquier persona a cambiar su vida, los menores no acompañados, la aporofobia... Lamentablemente, todavía quedan muchos temas sociales por tratar, ¿verdad? ¿Cómo se abordan estos espinosos temas para llegar al público más amplio posible?
Dentro de esta línea de trabajo hemos ido abordando una serie de problemas que consideramos "fuera de radar" de la sociedad, que intentamos sacar a la luz promoviendo procesos creativos con colectivos diferentes. Cada proyecto culmina con un producto cultural (hasta ahora ocho espectáculos, varias muestras expositivas, dos documentales y una quincena de microdocumentales) cuyos contenidos salen de las experiencias del propio proceso.
52 hercios es en ese sentido una pieza singular porque, aunque el proceso se ha apoyado en acciones directas con el colectivo de personas solas, incluso ya en la fase de ensayos, la producción teatral tiene un carácter completamente profesional, lo que garantiza que pueda tener una gira larga en el tiempo.
De cara al futuro, ¿hacia dónde piensa ir Ados Teatroa?
Difícil de precisar. Imaginamos que continuaremos simultaneando la producción de proyectos comerciales y sociales, esperamos que, con un sello reconocible, y al ritmo de nuestra necesidad de contar, emocionar o aportar algo a nuestro entorno.
(Especial publicado el 25 de septiembre de 2025)