Hika Teatroa ha cumplido 35 años. La compañía fue creada en 1989 por nueve personas, pero desde 2005 Agurtzane Intxaurraga es la única que permanece en su dirección. Desde entonces, ha continuado trabajando sin descanso, convencida de que las artes escénicas ofrecen una manera especial de entender los problemas de nuestra sociedad. Hemos conversado con ella, entre otros temas, sobre la trayectoria de la compañía, las nuevas formas de consumir cultura, los principales desafíos que enfrentan las artes escénicas, el documental 35 urte eszenara begira y la obra de teatro Mi deuda que se estrenará en octubre.
¿Qué es la compañía Hika Teatroa y cómo nació? ¿Cuáles son los principales pilares de su trabajo?
La compañía nació en 1989. En aquella época, contábamos con Antzerti, el Servicio de Arte Dramático de Euskadi, en Donostia/San Sebastián. Dependía del Departamento de Cultura, no del Departamento de Educación, pero era una escuela en la que aprendíamos de todo durante cinco horas diarias a lo largo de tres años. Antes de finalizar el tercer curso, decidimos crear la compañía Hika.
Queríamos hacer un teatro directo y cercano, "de tú a tú"; por eso decidimos llamarla Hika, basándonos en el juego de los registros hika y zuka del euskera. Fresco y cercano al público: así es como definimos inicialmente nuestro trabajo. Y creo que Hika ha mantenido eso, junto con su carácter social y sus objetivos: revelar la verdad sobre la sociedad, ofrecer un teatro contemporáneo y abordar los problemas actuales.
A lo largo del tiempo, hemos explorado diversos estilos y creado obras para distintos tipos de públicos (personas adultas, familias, etc.), también con el fin de alejarnos un poco de las etiquetas.
Comenzamos en la calle, y nuestro primer espectáculo fue Y la cama sin hacer. Cuatro parejas, cada una con su propia cama, iban por la calle en busca de una casa. Aunque esto fue hace 35 años, hoy en día aquel espectáculo tendría una acogida inmejorable, dado que el problema sigue siendo relevante. Más tarde llegó Tropa Chaplin, para abordar el tema del antimilitarismo. Es decir, hemos tratado los temas que nos han conmovido en cada momento. Eso sí, yo siempre he intentado hacer un teatro contemporáneo y conceptual, que se aleja algo del naturalismo, poético, dando gran importancia a la estética, pero sin utilizar grandes escenografías.
En este sentido, Hika tiene un carácter propio. Creo que lo que hacemos es, fundamentalmente, un trabajo de autor o autora. A lo largo de todos estos años, la compañía ha forjado su propia identidad, convirtiendo en un símbolo las nuevas dramaturgias, el euskera y la igualdad. A veces la gente te comenta desde fuera que "se nota que es de Hika", lo cual te sorprende positivamente.
¿Quiénes integran Hika Teatroa?
Aunque siempre me expreso en plural, en realidad soy la única persona que conforma Hika como empresa en este momento. Comenzamos nueve personas, y poco a poco, de forma muy natural, la gente fue dejándolo. Desde 2005, yo soy la única integrante. Pero cuento con compañeras que son imprescindibles para mí, para poder continuar. Llevo muchos años trabajando con Asun Etxeberria y, aunque Nagore Martinez lleva menos tiempo, ambas son muy cercanas a mí. Sin embargo, en momentos difíciles o decisivos, cuando se trata de tomar una decisión final, aunque la responsabilidad última recaiga sobre mí por ser la empresaria, comparto y reflexiono sobre todas las cuestiones con ellas de manera muy transversal.
En el aspecto creativo, Hika goza de muy buena salud, y así lo siento yo; sin embargo, estructuralmente, como ocurre con todas las demás compañías, siempre está pendiendo de un hilo. En este sentido, no hemos avanzado mucho en estos años; más bien al contrario. Las artes escénicas están atravesando momentos muy difíciles. Actualmente, una estructura de dos o tres personas no puede sobrevivir solo con las actuaciones, y la dependencia de las subvenciones es excesiva. Por ello, nos diversificamos y abrimos diferentes áreas de trabajo. Pero ¿qué conlleva esto? En nuestro caso, por ejemplo, somos tres en la empresa, pero la mayoría de las veces esa economía está sustentada por el trabajo creado por mí. Por lo tanto, cuantos más proyectos se pongan en marcha, mayor es la autoexplotación. Con el sistema actual no es fácil alcanzar un equilibrio.
En vuestra trayectoria de 35 años, habéis creado 36 obras de teatro, pero también os habéis encargado de la dirección artística de diversos proyectos. La lista de colaboraciones que aparecen en vuestra web es prácticamente interminable. El auzolan o trabajo comunitario y el trabajo colectivo han sido siempre muy importantes para Hika Teatroa, ¿verdad?
Sí, mi familia es de caserío, y el concepto de auzolan me fue inculcado desde la infancia; creo en el trabajo colectivo. Por eso me resulta duro ver lo individualistas que somos hoy en día.
Para mí, las artes escénicas son un espacio libre y colectivo. Lo colectivo siempre está en el centro. Es lo que tiene nuestro trabajo: no se trata sólo del trabajo de quien dirige o el de quien actúa. Hay un gran equipo detrás, y cada una de las personas que lo componen son complementarias y necesarias en muchos momentos. A veces, la persona que actúa, a pesar de estar enferma, acude al trabajo para realizar la actuación. Existe esta presión. Si una pieza falla, todas las demás caen. Por tanto, nuestro trabajo es absolutamente colectivo, y cada una de las piezas tiene su importancia.
Decidir qué quieres contar y cómo hacerlo, así como elegir a los actores y las actrices que lo defiendan bien en el escenario es fundamental. Sin embargo, todo lo que rodea al reparto y a la historia también es crucial: la luz, el sonido, el vestuario, etc. En muchas ocasiones, la historia que quieres contar ya ha sido contada, por lo que el verdadero valor reside en el modo de hacerlo, lo cual es fruto del trabajo colectivo. Además, desde otro punto de vista, las artes escénicas representan un encuentro colectivo entre el equipo creativo y el público, generando un espacio para el diálogo y la reflexión. La conexión y el compromiso recíproco. Hay una infinidad de motivos para defender el colectivo.
Tonbola (Fotografía: Dani Blanco)
A pesar de que realizáis obras de teatro muy diferentes, vuestros espectáculos suelen combinar la poesía visual y la rebeldía escénica, manteniendo una fuerte presencia de temas sociales. Tonbola (2020) es un claro ejemplo de ello.
Tonbola es una obra de teatro política. Tal y como comentaba antes, los temas surgen de la realidad sociedad actual. Cuando decidimos representar Tonbola, el problema de la migración ya era muy relevante, al igual que ahora, debido a su carácter sistémico.
Creo que las artes escénicas, además de entretener, ofrecen una manera especial de comprender los problemas de nuestra sociedad, siempre desde una perspectiva artística. Por lo tanto, cuando vamos a crear algo, siempre miramos al entorno y tenemos muy en cuenta qué es lo que nos inspira. En este sentido, la actividad de Hika se puede definir de forma muy clara como teatro político y social, porque pretende abrir cauces de reflexión junto con el entretenimiento.
Para mí, el escenario es un espacio para ser rebeldes y libres. Me permite hacer lo que tal vez no sería capaz de hacer en la vida cotidiana debido la educación recibida o a la vergüenza. El escenario me da la libertad de ser yo misma de una manera salvaje, de encontrarme conmigo misma y de sentirme libre.
Gazte (Fotografía: Egoitz Bengoetxea-Otsabi)
En 2021 creasteis, en colaboración con Oinkari Dantza Taldea, la obra Gazte, un espectáculo de calle de danza joven, realizado con jóvenes. Por lo tanto, también hay qué aprender de la juventud. En cambio, en el ámbito cultural, frecuentemente se menciona la dificultad de conectar con la juventud. ¿Qué opinas de esto?
Como creadora, Gazte, en particular, ha sido un regalo. Cuando comenzamos, en plena pandemia, eran diez jóvenes de entre 17 y 24 años, y partimos de un laboratorio de investigación. Empecé a crear basándome en ellos y ellas. Poco antes, había dirigido el homenaje a Lourdes Iriondo, Ez gaude konforme. Lourdes eta hamaika lore, y comenzamos a trabajar con la pregunta "¿Con qué no estamos conformes?". Posteriormente, comenzaron a surgir cosas muy interesantes. Cuando cogieron confianza, fue imposible hacerles callar, y conseguimos un auténtico diálogo, porque tanto Eneko Gil como yo terminamos siendo parte del espectáculo (representando a tres generaciones simultáneamente). Aquellas personas me hicieron sentir, entre otras cosas, joven, como si perteneciera a su grupo, una y otra vez. Y, además, muchas personas jóvenes vieron Gazte, y algunas no una sola vez, sino dos veces, lo cual hoy en día es una gran experiencia. ¡Dar voz a la juventud y atraer a la juventud!
Aquí nunca ha sido fácil atraer a la juventud al teatro. Quienes se acercan, lo hacen de la mano de sus progenitores. Hace unos años, eso se conseguía hasta aproximadamente los 11 años; ahora, en cambio, es muy difícil ver a niñas o niños mayores de 8 años. Además, en la actualidad las formas de consumir la cultura han cambiado; hoy en día vivimos a otra velocidad. Las artes escénicas no tienen esa velocidad. Se está intentando conectar con la juventud de diferentes maneras, pero en general no lo conseguimos. ¿Qué podemos hacer? No es fácil, pero tengo la esperanza de que la presencialidad, ese encuentro y la colectividad terminarán prevaleciendo.
Además, me parece que aquí, en comparación con otros pueblos del norte de Europa, las artes escénicas siempre han sido periféricas, algo marginal. Creo que es fundamental empezar a crear público desde la educación, familiarizando a las personas con las artes escénicas desde su infancia. Cuando nacemos no sabemos leer; tenemos que aprender, y para eso es imprescindible impulsar la afición por la lectura. Lo mismo ocurre con las artes escénicas, pero estas no están presentes en la sociedad. Por el contrario, el deporte está muy presente. No se puede comparar, pero es un proceso de aprendizaje que, lamentablemente, aquí no recibe el apoyo necesario.
Yo tengo tres hijos, y procuro suscitar en ellos un interés por las artes escénicas, pero me resulta difícil. Tienen el móvil en las manos, y eso les pone un mundo entero a su alcance. El peligro es que se les olvide mirar a su alrededor y que solo vean el mundo a través de esa pantalla. No obstante, tal y como se ha mencionado anteriormente, gracias a la presencialidad del teatro y a la capacidad de trabajar con el cuerpo y con la piel, mantengo la esperanza de que también superaremos esta situación.
Creo que vivimos en la época de los eventos y, tras la pandemia, en la de las terrazas. Las terrazas han tomado la calle. Es muy duro hacer teatro de calle teniendo unas terrazas al lado. Creo que la forma de consumir el teatro de calle también ha cambiado después de la pandemia. Antes la gente se acercaba a ver la obra; ahora, parece que hay que verla desde la terraza.
Me fijo mucho en el fútbol. Cuando observo ese mundo, pienso: "¿Qué es esto?". Me parece que la gente necesita un circo romano para canalizar su impotencia, que expresamos nuestra ira gritando más que nunca, sobre todo tras la pandemia. Las artes escénicas requieren, en definitiva, atención, reflexión y escucha recíproca; es decir, una forma de interactuar que considero mucho más íntima y respetuosa con las demás personas.
También desarrolláis programas de mediación y sensibilización, por ejemplo, con el Ayuntamiento de Lezo.
Sí, por segundo año consecutivo hemos puesto en marcha en colaboración con el Ayuntamiento de Lezo el proyecto "Lezo Eszena" (Lezo Escena), cuyo objetivo es la sensibilización, la mediación y la generación de nuevos públicos. El año pasado fue muy bien.
Consta de tres líneas de trabajo: La primera la conforman las tertulias "Txalostean". Cada vez que se realizan las actuaciones de danza y teatro en Lezo, dirijo las tertulias entre el público y el grupo de artistas. Ofrecen al público una visión poliédrica del mundo de las artes escénicas. No solo se aborda el proceso creativo, sino también aspectos como la distribución, la producción y la elaboración de textos. El año pasado fue un éxito, y seguimos con el proyecto.
Por otro lado, el año pasado lanzamos el certamen de textos teatrales breves, para visibilizar el trabajo de la juventud creadora. Al final, realizamos lecturas dramatizadas de los seis textos finalistas, en un ambiente festivo. Las condiciones eran que al menos cuatro de los seis estuvieran en euskera y que al menos dos de las personas autoras fueran menores de 35 años. Se generó un buen ambiente, y acudieron muchas personas jóvenes. Hubo de todo: desde autorías noveles hasta algunas con amplia experiencia. De alguna manera, hemos impulsado a Lezo en el ámbito de las artes escénicas. Veremos qué ocurre este año, espero que recibamos muchos textos. En este momento está abierto el plazo para la presentación de los trabajos en la segunda edición.
La tercera línea consiste en premiar al público fiel. Para ellos, habrá un premio especial en la fiesta callejera que tendrá lugar el 5 de octubre. Se sortearán dos entradas para acudir a alguna obra de teatro en una capital.
Todo ello representa una oportunidad para nosotras también, para sentirnos parte de Lezo. Además, creo que la gente del pueblo también está satisfecha al ver los resultados del año pasado. Estos esfuerzos permiten trabajar el acercamiento al público y la democratización de la cultura. Anteriormente, nos limitábamos a crear nuestros espectáculos y presentar el resultado final. Ahora, esta es una forma de mostrar y divulgar el sector, intentando mostrar cuál es la situación del mismo a nivel profesional.
Al otro lado de la puerta. Versión de sala (Fotografía: Renata L. Etanowski)
El título de vuestra obra más reciente es Al otro lado de la puerta. Abrir y cruzar una puerta o dejar el paso a alguien. Parece muy sencillo, pero no siempre es tan fácil, ¿verdad?
No. La soledad fue el punto de partida del espectáculo: quería hablar sobre ella de una manera muy genérica. Pueden existir muchos tipos de soledad, y todos y todas hemos experimentado alguna de ellas en alguna ocasión. Además, la soledad provoca las mismas emociones en todas las personas: tristeza, desesperanza, cansancio... Quería hablar de ello en un espectáculo dirigido a la familia, sin texto y con música en directo.
También quería explorar nuestra capacidad para avanzar y la belleza del mundo; narrar, desde la belleza, una historia ante los tiempos oscuros que vivimos. Abrir una puerta a menudo es muy difícil. Cada persona suele estar inmersa en sus propias preocupaciones, y dar el paso para salir de ahí es muy complicado; no es nada fácil abrir la puerta y mirar hacia delante. Este es un esfuerzo muy bonito. Estoy muy satisfecha con el resultado, está teniendo una buena acogida.
Estrenamos la versión de sala en Astigarraga, en febrero. Más tarde, en mayo, presentamos la versión de calle en la Umore Azoka de Leioa. A partir de octubre, volveremos al teatro. Estamos encantadas de volver a empezar con la gira.