Julia Otxoa ha sido recientemente distinguida con el Premio Euskadi de Literatura en Castellano por su poemario Bajo los astros de la repetición. Hemos querido conocer cómo ha recibido el galardón, y hemos aprovechado la ocasión para repasar, junto a ella, su dilatada trayectoria artística, en la que ha transitado por diferentes géneros como la poesía, el microrrelato, la lustración infantil o la poesía visual.
¿Cuándo fuiste consciente de que te movía un fuerte impulso creativo? ¿Cómo recuerdas aquellos primeros pasos?
Tengo consciencia de que desde los 12 años aproximadamente tuve necesidad de expresarme mediante la escritura. Aquello era una especie de diario poético, sin tener todavía la sensación de que era escritora. El deseo de que aquello era a lo que me quería dedicar el resto de mi vida vino después, digamos que a los 20 años. A los 25 me autopubliqué mi primer libro de poemas, Composición entre la luz y la sombra, con el dinero de mi primer sueldo en Telefónica como administrativa.
Comencé dos carreras, Derecho y Psicología, y dejé esta última en el tercer año. Tuve claro entonces que lo que quería era escribir y que el sueldo me viniera de un trabajo diferente, y tuve suerte: hice oposiciones a Telefónica, y entré. Con horario de 08:00 a 15:00, me quedaban las tardes libres para escribir.
Julia Otxoa, junto a Esther Ferrer (Donostia, 2016)
Eres una autora muy prolífica que trabaja con diferentes géneros artísticos. ¿A qué se debe esa pluralidad de intereses?
Todo cuanto hago es como un árbol que tiene una raíz común, la percepción poética de la existencia, y que se expresa en diferentes ramas: poema, relato, ilustración infantil, poesía visual, obra gráfica, etc. según sea la necesidad del sentimiento vital del momento.
Yo percibo con claridad qué medio de expresión va a poder encauzar la inspiración en cada instante. Concibo la interrelación de las artes como natural en mí. Siempre me han interesado la literatura, el arte, la filosofía, también el conocimiento científico del funcionamiento de nuestro cuerpo y el de otras especies diferentes a la humana, árboles, animales, etc. Todo es motivo para mi curiosidad.
Tres libros de relatos publicados por Menoscuarto Ediciones
Perteneces a una generación de autores que han consolidado el género del microrrelato o relato breve en castellano con obras como Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee, Un extraño envío o El hombre del espejo. El lector puede encontrar en todas ellas ingredientes que se mantienen constantes: lo lúdico, el juego con las apariencias, el absurdo, el juego con el propio lenguaje o el misterio. ¿De dónde surgen esas historias? ¿Es lo fabuloso, lo fantástico una manera de descodificar la realidad, de traducirla?
Cuando comencé a escribir microrrelato estaba escribiendo poesía, y sigo haciéndolo, pero un buen día comenzaron a surgir pequeñas historias y personajes, sin tener conciencia de qué género estaba escribiendo, ni de que era uno de los pocos autores por aquel entonces que publicaba microrrelatos. Tengo el honor de que los estudiosos del género me relacionan en esa época con mis admirados Luis Mateo Díez y Javier Tomeo, ¡nada menos! Al escribir microrrelatos seguí expresándome en prosa, con la misma concisión y carácter simbólico de la poesía.
Encuentro en lo fabuloso, lo surrealista, lo fantástico el mejor modo de expresar el sentimiento de la realidad. No hay nada predeterminado en ello, es decir, al igual que en el poema, cada microrrelato o relato viene guiado en su momento por la inspiración que suele darse de un modo inmediato. Quiero decir que cada relato es instantáneo, jamás dura su escritura más de una o dos horas.
Como lectora he dado siempre mucha importancia a lo lúdico, a la sorpresa, a lo inesperado, al juego también con el lenguaje, a la ironía, etc. de tal modo que plasmo como escritora lo que amo como lectora.
En cuanto a lo fabuloso, suelo recordar frecuentemente que no hay que olvidar que gran parte de la cultura europea viene sustentada en la mitología griega, la extraordinaria fábula como fuente inagotable de conocimiento del ser humano.
Julia Otxoa, junto a Luis Mateo Díez, en la presentación de Tos de perro (León, 2022)
En 2021, publicaste Tos de perro, donde recogiste hechos que atañen directamente a tu familia y que marcaron, de alguna manera, tu infancia. ¿Qué te llevó a ello? ¿Qué fue los más difícil? ¿Tuviste claro desde el principio que tus recuerdos se apoyarían y se complementarían con la ficción?
Cuando en el año 2013 y previa petición de exhumación de los restos de mi abuelo Balbino García de Albizu Usarbarrena por parte de uno de mis primos, Balbino Garcia de Albizu Jiménez, el equipo del Instituto Aranzadi de Donostia, dirigido por el doctor forense Francisco Etxeberria, saca los restos de diez víctimas de la sima del Raso en la sierra de Urbasa en Navarra, Francisco Etxeberria, con el que teníamos amistad y que conocía que era escritora, en una de las subidas desde el interior de la sima colocó un pequeño lápiz en mi mano, encontrado junto a los huesos desperdigados del esqueleto de mi abuelo Balbino, y me dijo: "Escribe, Julia. Escribe de todo esto".
Fue un reto, un deber que me costó seis años, hasta lograr el registro exacto que estuviera al nivel de narrar el dolor, el horror de aquellos arrancados violentamente de la vida tras el golpe militar del 36 en Navarra, cuya única culpa era o estar afiliados al sindicato UGT o no ser afines a los golpistas del general Mola.
El reto era difícil, pero tuve claro desde el principio que no quería un retrato lineal de los hechos bárbaros, sino lograr una creación que tocara el corazón del otro, que, aun contando los hechos, lo hiciera de un modo que los lectores se emocionaran y no lo olvidaran nunca. Y a raíz de lo que me cuentan los que lo han leído, lo he logrado. Todo un orgullo para mí del deber cumplido con mi abuelo asesinado y el resto de las víctimas. Darles voz en mis libros, a ellos a quienes se la quitaron violentamente.
Además, el libro ha cruzado el océano y ya es el libro de español que estudian los estudiantes norteamericanos de Carleton College en Minesotta. La memoria pervive.
Y aunque en los recuerdos infantiles de este libro se entrecruzan las huellas de un duro tiempo familiar de guerra y posguerra, me propuse al escribirlo hacerlo de un modo en el que las luces y las sombras, la alegría de vivir y la tragedia de los días bárbaros se entremezclaran con la fábula y la memoria, desde ese espacio mágico de la infancia.
Son cuarenta y seis ráfagas de recuerdos que, en su precariedad, se apoyan y complementan con la ficción. Lo vivido macerado a través de la imaginación, grabando el sentimiento del tiempo como metáfora y salvaguarda contra el olvido.
En paralelo a este libro surgió un poemario, Resurrección, basado en el mismo tema de la barbarie franquista del golpe de 1936 sobre mi familia.
Hay en todas tus líneas de trabajo un elemento central del que nunca te has alejado: la poesía. ¿Qué te da a ti la poesía? ¿Cuáles son los conceptos transversales de tu poesía?
La poesía es para mí un modo de percibir la vida, una actitud ante el vivir. Encuentro en ella expresión, un cobijo de belleza en el que cobijarme y cobijarse otros.
Los conceptos que se repiten en mi poesía serían: la actitud ética ante la barbarie, la injusticia, la filiación con la Naturaleza, el amor hacia todas las especies, y una constante preocupación por el lenguaje, que persiste tanto en mi poesía como en mi prosa. Lograr la musicalidad exacta del lenguaje, a modo de una partitura, esto tiene mucho que ver con la combinación de palabras, adjetivos, verbos, etc., un delicado equilibrio que una vez más emocione al que lo lea.
Uno de tus últimos libros de poesía, El instante y su sombra, es una invitación a la vida, al asombro y a la belleza de lo natural. El escritor francés Christian Bobin dejó escrito en un pequeño libro titulado El yesero silbador que "habitar poéticamente el mundo o habitar humanamente el mundo, en el fondo, es lo mismo". ¿Es la poesía una manera de ver y habitar este mundo?
Exacto, la poesía es un modo de ver y habitar este mundo. Christian Bobin, lamentablemente muerto recientemente, es un inmenso escritor con el que me identifico mucho. Un poeta silente y poderoso. Un ojo místico en su mejor acepción de testigo de lo maravilloso en lo pequeño, en aquello despreciado por los vendedores al uso.
Tu último poemario, Bajo los astros de la repetición, ha sido merecedor este año del Premio Euskadi de Literatura en Castellano. El jurado ha destacado que "el cuestionamiento del lenguaje en estos poemas no aboca al silencio, sino a la búsqueda de la palabra justa ante la necesidad de decir y denunciar la injusticia histórica". ¿Cómo has recibido el premio? ¿Qué es para ti Bajo los astros de la repetición?
He recibido el premio con una gran alegría. Tras una larga trayectoria de libros, este premio supone un reconocimiento desde nuestro Departamento de Cultura, y para mí es especial que sea precisamente aquí, donde he nacido y vivo, el País Vasco.
También supone un espaldarazo para la editorial Averso que creyó en el libro, ya que el premio supone una mayor proyección hacia los lectores.
Ya el año pasado Tos de perro quedó finalista de los Premios Euskadi de Literatura en Castellano. Y este año ha habido una suerte maravillosa.
Bajo los astros de la repetición, mi poemario premiado, es una reflexión sobre la violencia en la condición humana a través de los siglos, pero también un firme alegato por la búsqueda de la belleza en toda circunstancia, en lo cotidiano, en la naturaleza, pero, sobre todo, en la búsqueda de esa belleza imprescindible ante la barbarie, que es la empatía con el dolor del otro. Asistir al fin, con asombrados ojos del niño que fuimos y aún somos, a cuanto nos rodea, interrogándonos, en el luminoso y diario nacimiento de la esperanza y la alegría frente a toda adversidad.